La Licantropía, Carlo Ginzburg

El  hombre lobo     

      En 1692 en Jürgensburg (Livonia) un anciano de ochenta años llamado Thiess, a quien sus paisanos consideraban un idolatra, confesó que era un licántropo. Confesó que tres veces al año (Santa Lucia, San Juan y Pentecostés) por la noche, los licántropos de Livonia iban al infierno “al final del mar” (más tarde se corrigió y dijo “bajo tierra”) para luchar contra los demonios y los brujos. También las mujeres combatían al lado de los licántropos, provistas de látigos de hierro, contra los brujos armados de mangos de escoba convertidas en colas de caballo. El objetivo de la batalla era la fertilidad de los campos: las brujas robaban los granos germinados, y si no se arriesgaban a quitárselos, vendría la carestía. Según el anciano, cuando los hombres-lobo mueren van al cielo, y si no fuera por su intervención, las brujas asolarían la tierra, ganados y cosechas, explicó Thiess, quien afirmaba que tanto los licántropos livonios, como los alemanes y rusos odiaban al diablo y se consideraban los "perros de Dios". Los jueces intentaron  inútilmente inducir al viejo a aceptar que había hecho un pacto con el demonio. Thiess siguió repitiendo que los peores enemigos del diablo y de los brujos eran los licántropos.

       Esta confesión también echaba por  tierra la teoría defendida por Höfler en “Kultische Geheimbünde” de la existencia de un “ejercito de muertos” (Totenheer), sustancialmente germánico, que probaba la existencia de rituales practicados por grupos de jóvenes disfrazados, objeto de furor extático, convencidos de personificar a ese ejército. Más bien, se trataba de unas batallas por la fertilidad, en la que también combatían las mujeres.     

Licántropos contra brujas

Ya en el siglo V a.C. Herodoto habló de hombres capaces de transformarse periódicamente en lobos –los neuri-. Se piensa que los neuri son una población protobáltica, que  habitó en la antigua Livonia. También se han hallado testimonios en África y Asia. Tambien eran lobos familias enteras de la Acadia, como los anthi, según cuenta Plinio. Su transformación duraba nueve años. Geraldo Cambrense cuenta que los habitantes de Ossory, una región de Irlanda, también se transformaban temporalmente en lobos.

      Se ha supuesto que estos mitos manifiestan un arquetipo agresivo profundamente enraizado en la psique humana, transmitida por vía hereditaria, como sugirió R.Eister en “Man into Wolf”, publicado en Londres en 1951. Pero esta hipótesis está indemostrada. La metamorfosis animal tiene sus raíces en las experiencias chamánicas: la identificación a través de una experiencia extática del chaman con el lobo ha dado lugar a la vinculación de un clan o tribu con este animal.  Durante las ceremonias y danzas rituales, los bailarines llevan máscaras y vestidos de lobo y sus movimientos imitan los del animal mítico y las acciones heroicas que dieron lugar al nacimiento del clan. Desde su punto de vista, los miembros de estos clanes son auténticos hombres y mujeres lobo. Como también lo son, desde el suyo, los integrantes de las sociedades secretas de guerreros lobo como los berserkir del mundo antiguo islandés, guerreros terribles, que saltaban al combate semidesnudos, cubiertos de pieles (la palabra berserk significa "camisa de oso") en estado de trance, aullando como bestias, los berserker se lanzaban al combate con la boca espumeante y mordiendo salvajemente sus escudos. Su sola presencia aterrorizaba a sus rivales. Existían diferentes categorías entre ellos: algunos eran guerreros oso; otros, no menos terribles, eran conocidos como ulfhednar ("pellejos de lobo"), es decir,  guerreros lobo. Veremos como en ellos reconocemos las apariciones del “ejército furioso”, de “la caza salvaje”…es decir, a la compañía de los difuntos, y a los integrantes de una sociedad que batalla en pos de la fertilidad. La imagen del licántropo como protector de la fertilidad contradice el presunto núcleo agresivo del mito.

       En los textos medievales se presenta a los licántropos como víctimas inocentes del destino, y muchas veces como personajes benéficos. Sólo a mediados del siglo XV se les supone un estereotipo feroz: el del licántropo devorador de rebaños y niños. Alrededor del mismo periodo cristalizó la imagen hostil de la bruja. El “Formicarius” de Nieder habla de brujos que se transforman en lobos; en los procesos de Valais (principios del siglo XV) los acusados confesaron haber adoptado la forma de lobo para atacar los rebaños…La tortura y las malas ideas de los torturadores crearon el mito agresivo. Fue en los siglos XVI y XVII cuando la figura del hombre-lobo asociado al mal acaba eclipsando la figura del chamán que se transforma voluntariamente en lobo para combatir deliberadamente a las fuerzas oscuras de la naturaleza. Se dibujan así, definitivamente, las figuras del waerul danés, el volkulaku eslavo, el warulf sueco, el lupo manaro italiano, el bisclavaret bretón, el währ-wölffe germano, el lukokantzari griego y el gerulf o loup-garou francés, tal y como los conocemos en la actualidad. 

       Restos de antiguas tradiciones se dan también en el caso de los franceses meneurs de loups, los encantadores de lobos, en la que perviven tradiciones celtas. Estos seres, voluntariamente aislados de las sociedad como ermitaños o flautistas itinerantes, iban siempre acompañados de lobos, sus únicos amigos, que les seguían hechizados por la melancólica música de sus flautas.

       La misma fascinación parecían sentir los lobos hacia Ana María García, nacida en 1623 en el pueblo asturiano de Posada de Llanes, a quien llamaban "la Lobera", porque iba de un lado para otro y "andaban los lobos con ella". La Lobera afirmaba que el poder sobre los lobos le había sido transmitido por otra bruja asturiana, Catalina González, lo cual podría indicar la pervivencia, en el norte de España, de una cadena iniciática de encantadores de lobos. Desconozco el origen de esta cita, pero la he encontrado en perso.wanadoo.es/avgar/terror3.htm. «Su antiguo oficio era el de encantador de lobos. Podía hacer descender los lobos a los pueblos o alejarlos. Se contaba que cuando era joven vagaba por los pueblos de estas montañas seguido por manadas de lobos feroces» (Carlo Levi en “Cristo se paró en Eboli”).

 (...)

En todos los países eslavos se creía que una persona estaba destinada a ser licántropo si nacía con el amnios. Carlo Ginzburg cita a Herman Witekind, quien escribió en 1585 el tratado “Cristlich Bedencken” en el que narra la entrevista del autor con un licántropo encarcelado. Le pareció un ser arrogante e insolente, lo cual nos recuerda la seguridad, mezclada con sarcasmo, con la que los benandanti plantaban cara  a los inquisidores. Continúa narrando que el hombre se comportaba como un loco, reía, saltaba. Pero cuando razonaba, se jactaba de mantener alejadas a las brujas y de combatirlas cuando se transformaban en mariposas. Afirmaba que tomaban la forma de lobo sólo durante los doce días de Navidad a Epifanía, inducidos a ello por la aparición de un niño cojo. Eran conducidos a millares por un hombre alto, armado con un látigo de hierro, hacia las riberas de un gran río, el cual podían cruzar porque el hombre había separado las aguas con su látigo.

La transformación en  lobo venía precedida por un gesto de tipo ritual. Plinio dice que el licántropo se desnudaba y colgaba sus ropas de las ramas de una encina; Petronio dice que ponían las ropas en el suelo, orinando a su alrededor. Después atravesaban una laguna o un río. En esta travesía se ha visto un rito de paso y, más exactamente, una ceremonia iniciática: el paso del mundo de los vivos al de los muertos.

En el mundo griego, etrusco, romano…el lobo estaba asociado al mundo de los muertos, como se ve en una escultura de Hades, encontrada en una tumba etrusca de Orvieto, en la que aparece el dios tocado con un sombrero de cabeza de lobo. Pero la conexión rebasa a la del mundo mediterráneo, y así vemos que en los países germánicos, bálticos y eslavos el periodo preferido por los licántropos son las doce noches de Navidad a Epifanía, es decir, cuando las animas de los muertos andan vagando por los caminos. En el antiguo derecho germánico  a los expulsados de la comunidad, considerados simbólicamente muertos, se les llamaba warg o wargus (lobos).

Olaza Magno en su “Historia de gentibus septentrionalibus” (1555) creía que la transformación de hombre a lobo era real. Afirmaba que los licántropos de Prusia, Livonia y Lituania realizan ataques sangrientos contra hombres y ganados durante la noche de Navidad: “entran en los depósitos de cerveza, vacían las botas de vino o de hidromiel y, a continuación, colocan en medio de la bodega, uno encima del otro, los recipientes vacíos”. Recordemos que los montañeses del Valais, en 1428, se reunían nocturnamente, y cuando regresaban se encerraban en la bodega para beber el mejor vino y después cabalgaban sobre los barriles, que los benandanti se  reunían con otros para celebrar bodas, danzas, comer y beber. Cuando regresan a casa, los benandanti impiden que los maliandanti vayan a las bodegas, beban y después orinen en las barricas. La entrada  en las bodegas refleja los ecos de un mito, el de la sed inextinguible de los muertos.

Un siglo más tarde, en las disertaciones sobre los licántropos discutidas en las universidades de Leipzig y de Wittemberg, se afirmaba que las metamorfosis eran precedidas por un sueño profundo o éxtasis, y que debía ser considerada una transformación imaginaria.  Algunos estudiosos modernos (O Höfler y W.E. Peuckert) afirman que los presuntos licántropos serían en realidad jóvenes adeptos de asociaciones sectarias, formadas por individuos enmascarados de lobo, que se identifican en sus rituales con el “ejército de los muertos”. (...)


Fuente :

Carlo Ginzburg "Historia nocturna". Ediciones Península. Barcelona 2003
Fuente: http://club.telepolis.com/meugenia1/viaje_extatico.htm#hombrelobo

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