La Loba Madre


Adaptación de uno de los "Cuentos de Lobos" de Antonio Reyes Huertas (1887-1952). 

En una noche de lluvia, los pastores se reunieron para compartir la cena en una de sus cabañas. En la otra, dormía el hijo del Mayoral, de cuatro años. Esperaban que tarde o temprano despertase y al verse solo, saliera por miedo en busca de compañía, pero en lugar de eso los interrumpieron los ladridos de los perros, y salieron a ver que ocurría. 
Lo que encontraron fue la voz de esa criatura cada vez más lejana, entre la maleza, llamando a su madre. Los perros no dejaban de ladrar, como si sintieran la manada de lobos cercana, pero no se escuchaban los aullidos de la cacería. El ruido del viento, y la lluvia, ahogaba los sonidos, y cada vez más tenue resonaba la voz del niño llamando a su madre. 

Los pastores prepararon los faroles, salieron corriendo con sus perros a las profundidades del monte. Como almas en pena buscaron y llamaron a gritos al chiquillo. La madre corría como loca y gritando sólo una palabra: ¡Hijo! Lo buscaron toda la noche por todos los escondrijos posibles, hasta que desesperanzados, decidieron regresar a las cabañas. Entonces, al pie de una encina, los perros empezaron a ladrar furiosos. 

Allí encontraron un lobezno arrinconado, sorprendido y asustado. El mayoral lo coge de las patas, dispuesto a estamparle la cabeza contra las piedras, pero la mujer lo detuvo, quitándole al lobezno: - " ¡Mi hijo, mi hijo!" exclamó, haciéndole un nido en su regazo, arropándole y besándole como a un niño. "¡Este es mi hijo que acabo de encontrar!". 

Los pastores se miraron con pena. "La pobre se ha vuelto loca", dijeron, y se llevaron a la cabaña a la mujer, que no dejaba de decir palabras mimosas a aquel lobezno. Le llamaba "bonito" y era verdad. Porque no sé si vosotros os habéis fijado en que no hay animal tan bonito y tan vivaracho como el lobezno. Aguza las sus orejas y alarga el hociquillo por cualquier cosa. Y sus ojos redondos e inteligentes se llenan de luz y es alegre, franco, arrimón, todo lo contrario de lo que es de grande.

Ciertamente estaría loca aquella mujer, porque no se explica uno que una madre que acababa de perder a su hijo saltara y brincara llamando al cachorro "su niño" y acunándolo en su corazón como si fuera a amamantarlo. Y sólo por lástima de la locura perdonaron aquella noche la vida al hijo del lobo, que es como decir al hijo de la crueldad, de la astucia, de la traición y de los malos instintos... 

La esposa del mayoral pasó la noche tranquila y, a la mañana siguiente, aprovechando un descuido de los pastores que decidían llevarla al pueblo, dar parte a las autoridades y volver a buscar en el monte; se adentró sola en la maleza, con el lobezno en brazos y diciéndole cosas de loca. Llamó a la loba como si fuera una persona y dándole razones como si entendieran de ternura los lobos: -"Loba madre -gritó-, si eres tu la que has parido a este hijo, tú has de saber lo que me duele el mío". Y he aquí que en un momento siente la mujer como si se abriera un surco en las matas y se presenta la loba trayendo al niño en la boca y dejándolo todavía vivo a los pies de la madre. Mansa y rendida quedó aquella loba. La mujer puso al lobezno otra vez en el refugio, hecho con hojas secas y pasto de hierbas, y las dos madres se miraron en paz en lo que convenían ambas por buenas: en ser ambas madres.

***

Acerca del autor: 

Antonio Reyes Huertas (1887-1952), periodista, poeta y  escritor conservador y costumbrista, que describió en sus novelas, de tramas sencillas,  la vida del campesino extremeño. Publicó quince novelas y multitud de estampas, narraciones breves para la prensa. Entre sus cuentos destacan aquellos dedicados a los lobos .

Fuentes:

Antonio REYES HUERTAS, Cuentos de Lobos, Fondo Cultural Valeria, Campanario, 1987
 " La doncella salvaje" – Nuevos estudios sobre la serrana de la Vera.

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